Metáforas del deseo y la violencia


Por Javier Edwards Renard. Revista de Libros de El Mercurio.

Es la menos bulliciosa, la más tímida y escueta de las escribientes que - junto con Diamela Eltit y seguidoras- llevan ya más de una década explorando un Chile mirado con ojos de mujer.

Presente en numerosas antologías, con algunos cuentos verdaderamente admirables, en 1990 publicó su primera colección bajo el título La última canción de Maggie Alcázar. Debían pasar 12 años antes de que, esta escritora publicara su segundo texto, El otro afuera, con 15 relatos de peso, espesos, ominosos en los que la existencia se presenta brumosa, limítrofe, extrema, dolorida y dolorosa.

Como en el epígrafe que introduce su primer cuento, "Juego de cuatro estaciones", las historias de Lilian Elphick se alimentan del deseo hasta en sus formas más abstrusas y también de la violencia en su múltiple presencia, como sentenciando: la vida no suele ser más que la azarosa combinatoria de uno y otra, y la existencia un resultado, mero despojo o el arte de sobrevivir.

Así, entonces, esta sumatoria de cuentos se abre con el texto de Luisa Valenzuela que dice: "Cabe el deseo/ El deseo cabe en todas partes/ y se manifiesta de las maneras más insospechadas, cuando se manifiesta, y/ cuando no se manifiesta - la más/ de las veces- es una pulsión interna, un latido/ de ansiedad incontenible" y sigue con la escritura de la propia Elphick. "...Por eso ella cree y no le molesta el sudor que se anida en su cuello cuando se desnuda enterita, dejando la ropa tirada en el suelo, porque ya nada importa (a ella nada le importa), la pieza oscura y el sol de pelusas que se filtra por un agujero que ella escarbó en la madera".

Historias de lo femenino que se apartan de la inmediatez de la acción o la contingencia, del discurso feminista, para adentrarse en lo más secreto: luz del centro del alma u oscuridad que todo lo traga (deseo/ pulsión/ plenitud/ privación). Escritura de símbolos, metáforas diamélicas, elphickas que se alejan de la escritura más críptica y, si bien desenrollan la madeja del inconsciente, del imaginario individual y social, no pueden leerse exclusivamente desde su literalidad. La letra de Lilian Elphick obliga la apertura de los diccionarios más bizarros, aquellos donde es posible encontrar interpretaciones del significado profundo, el que realmente justifica la reiteración en espiral de estas historias de féminas encerradas, solitarias, entregadas a una realidad, a un otro afuera que les cae encima como una lápida: "Si yo pudiera ir a verlo iría, pero mis piernas son anclas y esa voz cantando en los adentros: Coronela, no seas tan lacha, Coronela, tonta, sí, y todos los días la voz se repite hecha pedazos...."

Y es que estos relatos que no admiten síntesis sólo pueden evaluarse desde la eficiencia de la escritura y sus imágenes. En el primer aspecto, no puede sino decirse que Lilian Elphick escribe con notable precisión, sin excesos estridentes, ni bajo la esclerotizante gazmoñería tan frecuente en nuestra cultura; en el segundo, debe advertirse que la asfixiante atmósfera en que inserta a sus mujeres, más allá de la sordidez literal de lo que narran, dan la clave para mirar dentro de las causas de esa violencia a la que se abre y de donde proviene una realidad silenciada de lo femenino y, al mismo tiempo, de la fuerza que ha habitado a nuestra sociedad moldeando una forma de mirar, un modo de hacer en el que todo aquello que no satisface la ilusión con que hemos escogido anestesiarnos, es remitido, relegado, exiliado hacia un mundo que no queremos ver porque ofende, aunque sabemos que existe y, aun así, volteamos la cabeza.

Lilian Elphick pertenece a la raza de las Clarice Lispector. Este último libro la acredita como una narradora que merece la atención de los lectores y que debiera asumir la obligación de explorar al extremo su palabra, exprimiendo hasta la última gota que la habita para entregar, entonces, todas las imágenes que la visitan; buscando el tono, la forma, el estilo que la singularice en toda su potencia.


El otro afuera, de Lilian Elphick
Editorial Cuarto Propio
Santiago de Chile, 2002.